Margot Fonteyn
Margot Fonteyn es sinónimo de elegancia, técnica perfecta y pasión inquebrantable por el ballet. Considerada una de las más grandes bailarinas del siglo XX, Fonteyn cautivó al mundo con su gracia y entrega, convirtiéndose en la figura principal del Royal Ballet de Londres durante décadas. Su nombre está íntimamente ligado al desarrollo del ballet británico y a su legendaria asociación artística con Rudolf Nureyev, que marcó un hito en la historia de la danza.
Este artículo explora en profundidad su vida, carrera, colaboraciones más célebres y el legado que dejó en la danza clásica.

Primeros años
Nacida como Margaret Evelyn Hookham el 18 de mayo de 1919 en Reigate, Inglaterra, Fonteyn comenzó sus estudios de danza desde muy joven. Su madre, de origen brasileño, la alentó a seguir una educación artística, y pronto se trasladaron a China, donde tomó sus primeras clases formales.
A su regreso a Inglaterra, ingresó a la Royal Ballet School, donde fue formada bajo la rigurosa técnica del ballet clásico británico. Fue rebautizada como “Margot Fonteyn” por recomendación de sus maestros, quienes consideraban que un nombre artístico más elegante reflejaría mejor su porte escénico.
Carrera en el Royal Ballet
Margot Fonteyn se unió al entonces Sadler's Wells Ballet (hoy Royal Ballet) en 1934. Rápidamente se destacó por su precisión técnica y su carisma. A los 20 años ya interpretaba papeles principales, y en 1939 fue nombrada prima ballerina de la compañía.
Entre sus papeles más memorables se encuentran:
Aurora en La Bella Durmiente
Giselle en el clásico romántico del mismo nombre
Odette/Odile en El lago de los cisnes
Julieta en Romeo y Julieta
Obras de Frederick Ashton, como Ondine y Sylvia
Su interpretación de personajes clásicos era reconocida por su impecable técnica, pero sobre todo por su profundo lirismo y sensibilidad.
Relación con Rudolf Nureyev
En 1961, a la edad de 42 años y cuando muchos pensaban que estaba por retirarse, Fonteyn inició una colaboración con el joven bailarín soviético Rudolf Nureyev, recién llegado a Occidente tras su famosa deserción. Esta asociación cambió su carrera y reavivó su fama internacional.
La diferencia de edad entre ambos (Fonteyn tenía 19 años más) no impidió que su química escénica cautivara al mundo. Su interpretación conjunta en Giselle se volvió legendaria, y se convirtieron en una de las parejas más icónicas de la danza.
Su vínculo profesional se extendió por más de una década, con giras mundiales y ovaciones interminables. Puedes profundizar más en este artículo sobre Rudolf Nureyev.

Vida personal
En 1955, Fonteyn se casó con el diplomático panameño Roberto Arias, con quien mantuvo una relación intensa pero complicada. Su compromiso con él la llevó incluso a involucrarse en un fallido intento de golpe de Estado en Panamá, lo que afectó su reputación momentáneamente. Pese a estos desafíos, Fonteyn continuó bailando y mantuvo una imagen de gran dignidad profesional.
Durante años cuidó de Arias tras quedar paralizado por un atentado, lo que demostró su fortaleza y entrega también fuera del escenario.
Reconocimientos y legado
A lo largo de su carrera, Margot Fonteyn recibió numerosos reconocimientos, entre ellos:
Fue nombrada Dama del Imperio Británico (DBE) en 1956.
En 1979, la Reina Isabel II la nombró Prima Ballerina Assoluta, el título más alto que puede recibir una bailarina.
Doctorados honorarios y premios internacionales por su contribución al arte.
El legado de Fonteyn vive en las generaciones de bailarines que inspiró, en sus grabaciones, y en su papel crucial en elevar el prestigio del ballet británico a nivel mundial.
Últimos años y muerte
Tras retirarse del escenario en 1979, Fonteyn se trasladó a Panamá, donde vivió en condiciones humildes cuidando de su esposo. A pesar de las dificultades económicas y de salud, nunca perdió su dignidad ni su amor por el arte.
Falleció el 21 de febrero de 1991, a los 71 años, dejando un vacío inmenso en el mundo del ballet.
Conclusión
Margot Fonteyn fue mucho más que una bailarina excepcional; fue un símbolo de dedicación, elegancia y resiliencia. Su legado como la gran musa del ballet clásico sigue vivo en cada escenario donde se honra la tradición y la pasión por la danza. Junto a figuras como Rudolf Nureyev, marcó una época dorada en la historia del ballet.
Enlace externo recomendado:
Royal Opera House – Historia de Margot Fonteyn
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