Mikhail Baryshnikov
Mikhail Baryshnikov es, sin lugar a dudas, uno de los nombres más icónicos y respetados en la historia del ballet clásico. Su destreza técnica, su increíble capacidad de expresión y su voluntad de experimentar lo han establecido como uno de los más grandes bailarines del siglo XX. Pero su influencia no se limita solo a la danza clásica. A lo largo de su carrera, ha fusionado el ballet con la danza contemporánea, ha desafiado las convenciones artísticas y ha dado forma al futuro del arte escénico.
En este artículo exploramos la vida de Mikhail Baryshnikov, sus primeros años, la formación que recibió, su carrera estelar en la Unión Soviética y en Occidente, así como su legado perdurable en el mundo del ballet.

Primeros años y formación
Mikhail Baryshnikov nació el 27 de enero de 1948 en Riga, Letonia, que por aquel entonces formaba parte de la Unión Soviética. Desde muy temprana edad, Baryshnikov mostró un talento excepcional para la danza. A los nueve años comenzó sus estudios en la Escuela de Ballet de Riga. Sin embargo, fue a los 15 años, cuando fue aceptado en la prestigiosa Escuela de Ballet del Teatro Kírov en Leningrado (hoy San Petersburgo), que comenzó su formación seria en el mundo del ballet clásico.
Maestros e influencia formativa
La educación de Baryshnikov en el Ballet Kírov fue fundamental para su desarrollo como bailarín. Su primer maestro, Alexander Pushkin, quien también había formado a otras figuras legendarias como Rudolf Nureyev, jugó un papel clave en su técnica. Pushkin le inculcó una comprensión profunda de la musicalidad, la precisión y la elegancia del ballet clásico.
Otros de los mentores más influyentes para Baryshnikov fueron Yuri Grigorovich, director artístico del Kírov, y la renombrada Natalia Dudinskaya. Estos grandes maestros ayudaron a perfeccionar su técnica y a guiarlo en los primeros pasos de su carrera profesional. A lo largo de su formación, Baryshnikov aprendió la importancia de la disciplina, la constancia y la entrega emocional en cada interpretación, valores que definirían su estilo único como bailarín.
Ascenso en la Unión Soviética
Durante su tiempo en el Ballet Kírov, Baryshnikov rápidamente se destacó por su virtuosismo y su capacidad para interpretar diversos papeles con una profundidad emocional notable. A los 21 años, ya era una de las estrellas más aclamadas de la compañía. Su habilidad técnica, combinada con su expresividad, lo hicieron destacar en papeles complejos como Solor en La bayadera y Albrecht en Giselle.
Su fama no solo se limitaba a la Unión Soviética. Baryshnikov empezó a ser reconocido internacionalmente, lo que lo llevó a participar en competiciones internacionales donde obtuvo una serie de logros notables.
Premios y certámenes
Antes de su deserción, Baryshnikov participó en varios certámenes internacionales de renombre, en los cuales dejó una marca imborrable:
Medalla de oro en el Concurso Internacional de Ballet de Varna en 1966.
Primer premio en el Concurso Internacional de Ballet de Moscú en 1969.
Fue finalista y obtuvo menciones honoríficas en otros certámenes internacionales organizados en Budapest y Tokio.
Estos premios no solo contribuyeron a su creciente reputación como un virtuoso del ballet, sino que también lo pusieron en el radar de compañías internacionales que buscaban incorporar su talento.
La deserción: un acto de valentía
En 1974, Baryshnikov tomó una de las decisiones más significativas y audaces de su vida: desertar de la Unión Soviética. Durante una gira del Ballet Bolshói en Canadá, aprovechó la oportunidad para pedir asilo político, rompiendo con el régimen soviético y con las restricciones artísticas que limitaban su desarrollo.
Este acto de deserción fue una conmoción tanto para el mundo del ballet como para la sociedad en general. Sin embargo, Baryshnikov, en entrevistas posteriores, explicó que su decisión respondía a un deseo de crecer como artista, experimentar con nuevos estilos y no quedar atrapado en un repertorio que ya no representaba un reto para él. La decisión de huir de la Unión Soviética marcó un cambio radical en su vida y en su carrera profesional.
Carrera y logros en Occidente
Después de su deserción, Baryshnikov se trasladó a Occidente, donde continuó con su carrera. Primero, se unió al National Ballet of Canada, y más tarde, en 1974, comenzó a colaborar con el American Ballet Theatre (ABT) en Nueva York, una de las compañías más prestigiosas del mundo.
Durante su tiempo en el ABT, Baryshnikov trabajó con algunos de los coreógrafos más influyentes de la época, como Jerome Robbins, Twyla Tharp y George Balanchine. Su capacidad para adaptarse a diversos estilos de danza, desde el ballet clásico hasta la danza contemporánea, le permitió sobresalir en una variedad de repertorios. Algunos de los papeles más memorables de su carrera en Occidente incluyen:
Don Quijote (ABT, 1978)
Giselle con Gelsey Kirkland
Push Comes to Shove (coreografía de Twyla Tharp)
Apollo (coreografía de George Balanchine)
Baryshnikov también asumió el rol de director artístico del ABT entre 1980 y 1989, periodo en el cual transformó la compañía y la consolidó como una de las más importantes del mundo. Durante su gestión, integró obras contemporáneas y mantuvo un equilibrio con el repertorio clásico.
Incursión en cine y televisión
El talento de Baryshnikov no solo se limitó a las tablas del escenario, sino que también cruzó las fronteras del cine y la televisión. En 1985, protagonizó la exitosa película White Nights, en la que interpretó a un bailarín ruso atrapado en un conflicto político. Su actuación no solo le ganó reconocimiento en el ámbito cinematográfico, sino que también lo consolidó como una figura globalmente conocida. Además, su aparición en la famosa serie Sex and the City aumentó su popularidad más allá del mundo de la danza.

Estilo e influencia
El estilo de Mikhail Baryshnikov es una amalgama de la rigurosa técnica del ballet ruso y una expresividad emocional única. Su grand jeté, uno de los saltos más emblemáticos del ballet, es conocido por su ligereza, altura y potencia. Su presencia en el escenario era tan imponente como sutil, capaz de transmitir una amplia gama de emociones, desde la alegría hasta la tragedia, con una facilidad impresionante.
A lo largo de su carrera, Baryshnikov inspiró a generaciones de bailarines, no solo por su destreza técnica, sino también por su ética de trabajo y su dedicación inquebrantable a la danza. Fue un defensor de la innovación, y su influencia se dejó sentir en la evolución de la danza moderna y contemporánea.
El Baryshnikov Arts Center
En 2005, Baryshnikov fundó el Baryshnikov Arts Center (BAC) en Nueva York, un espacio dedicado a la promoción de artistas emergentes y la creación de proyectos experimentales en las artes escénicas. El BAC se ha convertido en un importante centro de innovación cultural, y ha permitido a nuevas generaciones de artistas desarrollar sus proyectos en un ambiente que fomenta la creatividad y la libertad artística.
Legado y reconocimientos
A lo largo de su carrera, Baryshnikov recibió numerosos premios y honores internacionales. Entre los más destacados se encuentran:
Premio Kennedy Center Honors (2000)
National Medal of Arts de EE. UU.
Premio Danza y Danza en Italia
Comandante de la Orden de las Artes y las Letras en Francia
El legado de Baryshnikov no solo está en sus logros como bailarín, sino también en su capacidad para expandir los límites del ballet y su influencia en las generaciones de bailarines que le siguieron. Ha dejado una marca imborrable en la historia del ballet y sigue siendo una figura de referencia tanto en la danza clásica como en la danza contemporánea.
Conclusión
Mikhail Baryshnikov es más que un bailarín: es un símbolo de excelencia, libertad artística y dedicación. Desde sus humildes comienzos en la Unión Soviética hasta su consagración en el escenario mundial, su historia ha sido una inspiración para millones. Hoy, su figura sigue siendo un referente dentro del mundo del ballet, y su legado perdura en las futuras generaciones de artistas que se inspiran en su técnica y pasión.
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